El baul de los recuerdos: Caralt CF

Mi reciente mudanza me ha ayudado a descubrir que así como me faltan cosas que creía tener, tengo cosas que ya no recordaba poseer, como es el caso de la colección completa de CF de Luis de Caralt, de la que pensaba haberme desprendido en un momento de penuria económica y he redescubierto con gran alivio y regocijo.
Probablemente haya quien recordando esta colección piense que no era para tanto, pero en mi caso se mezclan el interés literario y el emotivo-sentimental, ya que esta fue una de las primeras colecciones de CF que comencé a hacer cuando era tan joven que aun estudiaba eso que se llamó BUP, junto con Súper Ficción de Martínez Roca y los bolsilibros de Bruguera (que no Ediciones B).
Por aquel entonces aun era relativamente fácil, además, conseguir libros atrasados de Nebulae, Galaxia o Infinitum en el rastro o librerías de a duro como Zapico, en la calle Covadonga. En concreto, el primer número que adquirí de Caralt fue el 18, El buldózer asesino, de Sturgeon y otros autores, en la ya desaparecida librería Musidora. Creo recordar que fue la sugerente portada de Néstor Goldar lo que cautivó entonces mi imaginación. Lo compré, lo leí de un tirón y me lancé a comprar los números anteriores y siguientes hasta tener los 35 publicados.
Conocida oficialmente como la serie de antologías de CF de Luis de Caralt, esta colección tenía un formato pequeño y atractivo de unos 180x110 mm en rústica, con cubierta de color azul marino, en la que destacaban el tipo de letra, futurista (lo que hoy el Microsoft Word llama Computer Font) y las coloridas portadas de Goldar diseñadas por Balaguer.
Aparecieron un total de 35 y, como su propio nombre indica, siempre se trató de antologías de relatos cortos, no de novelas. Ocasionalmente podían estar dedicadas a un tema (como el nº 28, Los mejores relatos del Sunday Times) o autor (como el 29, que incluía la antología de relatos El planeta solitario, de Murray Leinster), pero lo normal es que contuviesen varios relatos obra de diferentes autores.
Los responsables de la colección no se encargaban de seleccionar dichos relatos, sino que se limitaban a escoger y traducir antologías de CF norteamericanas, inglesas o incluso francesas (como el nº 30, Compañeros en tierra extraña, de Jean Pierre Andrevon).
Curiosamente, en la editorial tenían la extraña costumbre de cambiar el título original de la antología por el de uno de los relatos; y así por ejemplo la selección Strange Orbits de 1976 se convirtió en sus manos en la ya citada El buldózer asesino; o Alien Earth and other histories de 1969 en el nº 14, Democracia electrónica; asimismo, en vez de citar en portada el nombre del recopilador-es, lo cambiaban por el de uno o varios de los autores incluidos en la antología, tal vez pensando que un Sturgeon, por ejemplo, era más conocido para el lector español que Amabel Williams-Ellis.
Con todo, Luis de Caralt CF ofreció títulos notables al aficionado español ávido de leer CF en aquellos años finales de la década de los 70, como los Relatos del antimundo de George Langelaan (números 2 y 4), la primera edición en castellano de la célebre antología Nightfall and other histories, de Asimov (números 7, 9 y 11); La fiesta de Baco (nº 26) y Juegos de Capricornio (nº 27), ambas de Robert Silverberg; el ya aludido de Murray Leinster; la ambiciosa The Arbor House Treasury of Modern SF (números 31 a 34) y Una canción para Lya (nº 35) del gran escritor George R.R. Martin (si, el autor de Muerte de la luz y la serie-río Juego de Tronos).
Es posible que mi valoración esté influida por la nostalgia pero creo sinceramente que, dejando a un lado fallos como los anteriormente aludidos, era una colección bastante decente, y muchos de sus títulos merecerían ser rescatados del olvido y reeditados aun hoy en día. (Que quieren, soñar no cuesta nada. Al menos es agradable comprobar que sigo siendo tan ingenuo como cuando tenía 14-15 años).

Comentarios

Alejandro Caveda ha dicho que…
Ay, el correo spam es algo terrible... ya ha logrado incluso filtrarse en los comentarios de los blog. No piqueis, camaradas, es solo otra página más de patochadas.
Anónimo ha dicho que…
Bonito artículo. Yo también asocié la colección a un momento de mi temprana adolescencia. Aunque no la tengo completa sí tengo suficientes títulos como para haberme echado agradables días de verano leyendo los cuentos de Ursula K. Le Guin, Isaac Asimov, Robert Silverberg, Murray Leinster y tantos otros. Fueron momentos increíbles para mí, descubrir la ciencia ficción bajo la parra de mi patio trasero. Quizás la verdadera potencia de una cf que lei de niño era que dicha literatura podía hacer preguntas básicas sobre el futuro de lo humano, sin perder la diversión de por medio. Sobre todo la diversión.

LSV.
Alejandro Caveda ha dicho que…
Como todas las colecciones de relatos ni son todos los que están, ni están todos los que son... Pero el nivel medio era bastante bueno, y en especial cuando eres joven y lo que buscas sobre todo es entretenimiento y eso que los anglosajones llaman sense of wonder. Se echan en falta cosas así hoy en día, pero no quiero pecar de nostálgico. Salu2

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