Iain M. Banks y la Cultura 1

Como tantos otros lectores españoles, descubrí la obra de este autor muy a principios de los noventa, cuando la hoy extinta editorial Martínez Roca publicó los tres primeros títulos de su serie de la Cultura dentro de su cabecera Gran Súper Ficción: Pensad en Flebas (1987), El jugador (1988) y El uso de las armas (1990). En dichos volúmenes se nos informaba de que Banks, oriundo de Escocia, era uno de los más recientes y sólidos valores de la narrativa anglosajona y en especial dentro del género de la ciencia ficción, donde su serie de la Cultura se presentaba como un soplo de aire fresco que venia a reverdecer los laureles de la más añeja space-opera.
El caso es que tras esta traca inicial Martínez Roca pasó a publicar en exclusiva en castellano las nuevas novelas de la saga de La guerra de las galaxias, dejando un tanto de lado el resto del género, Banks incluido. Con el tiempo, esos tres títulos acabaron descatalogados y convertidos en ansioso objeto de búsqueda y captura por parte de los aficionados a la par que objeto de especulación en manos de libreros sin escrúpulos. Los fieles seguidores de Banks hubimos de resignarnos a echar mano al Collins, adquirir sus novelas en inglés y pasar largas tardes de invierno traduciéndolas con una paciencia no exenta de cierto disgusto por el hecho de que las editoriales no parasen de reeditar a ciertos autores hasta la saciedad y nadie se acordase del pobre Banks. Hasta que con el cambio de siglo y la llegada del nuevo milenio aconteció el milagro.
Por aquel entonces servidor colaboraba en dos revistas publicadas por la editorial La Factoría de Ideas, como eran el Nemo y el Solaris. Mi colaboración en esta última era bastante reciente, puede que me falle la memoria pero tan sólo llevaba escrito y publicado un artículo sobre Lois McMaster Bujold y su personaje recurrente (Miles Vorkosigan) cuando Juan Carlos Poujade (a la sazón, uno de los responsables de la casa) me comentó que se habían hecho con los derechos para publicar nuevas obras de Banks en castellano; que según como fueran las ventas se plantearían incluso reeditar las antiguas; y que estaría bien redactar un artículo en el Solaris para recordarle a la gente (o descubrir, según el caso) quien era Banks y por qué merecía la pena leer su obra. Y lo más emocionante de todo es que quería que yo fuese el responsable de escribir dicho artículo.
Dicho y hecho, me puse manos a la obra releyéndome todo lo que tenía por casa de Banks y rebuscando por la red la información más reciente sobre el autor y su obra. El resultado final apareció en el número 23 de la revista, y modestia aparte, es uno de los trabajos de los que personalmente me siento más orgulloso, junto con el de Tim Powers (también hay otros de los que reniego, pero esos no los voy a reconocer aquí).
Así pues, con su permiso, voy a canibalizarme a mi mismo y usaré dicho artículo como texto de apoyo para el siguiente comentario sobre la obra de Banks, un autor tan recomendable como casi desconocido en castellano.

(Continuará...)

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