E.E. "Doc" Smith, el Maestro del Space Opera / 03

Otras obras del autor:


  Aunque el resto de su producción haya quedado oscurecido por el éxito y la fama de sus dos grandes sagas, lo cierto es que “Doc” Smith publicó numerosos relatos y varias novelas independientes de las vistas hasta ahora, pero no por ello de menor calidad, como es el caso de Spacehounds of IPC (1947), The Galaxy Primes (1965), o la breve serie del Subespacio (Subespace Explorers, 1965; y Subespace Encounter, 1983).


  Mención aparte merecen las “colaboraciones” entre “Doc” Smith y otros escritores y que aparecieron en su mayoría tras la muerte de este, en un intento de aprovechar fragmentos o novelas inconclusas, que otro autor completaría con mayor o menor fortuna, pero contando con que el nombre de Smith actuase como reclamo a la hora de las ventas. Dentro de este apartado destacan las series de Lord Tedric con Gordon Ecklund y la de la familia D’Alembert, con Stephen Goldin. Todas ellas – en especial la de Goldin – son productos de factura impecable pero carentes de la garra y el encanto del E. E. “Doc” Smith original.

Aventurero de la galaxia


  Un lector actual, heredero de la New Thing, la Hard SF o el cyberpunk puede sentirse decepcionado, contra toda lógica, con la lectura de las obras mencionadas, reprochándole a Smith su uso y abuso de determinados clichés del género (protagonistas heroicos intachables y sin mácula, las novias en eternos apuros, malos malísimos, etc.), un exceso de diálogo sobre la acción, y un contexto espacial y científico la más de las veces desfasado cuando no erróneo.
  Evidentemente, E. E. “Doc” Smith es un autor clásico, por época y contenido, y como tal hay que leerlo y aceptar su obra. Si bien es cierto que muchos de los postulados científicos en que se apoya han quedado desfasados, no menos cierto es que en su prosa la acción, la fantasía y la aventura priman sobre la parte científica, y que sus teorías son bastante respetuosas en relación a los conocimientos de la época que le correspondió vivir. De hecho, el autor mostraba una clara preferencia por desarrollar una tecnología que fuese lo más increíble posible sin romper la barrera de lo imposible.
  Tampoco es justo considerar sus trabajos como meros Space Operas, en el sentido despectivo del género: en palabras de Domingo Santos, “El Space Opera puede ser, es de hecho, un género digno que ha tenido obras de renombre y cultivadores importantes”, como es el caso que ahora nos ocupa. Smith es el principal  exponente de una corriente que cuenta con miembros tan destacados como Edmond Hamilton, Jack Williamson, Van Vogt o en ocasiones el mismo Heinlein. Pero él fue el pionero. En una época como la actual, en la que parece que todo está ya escrito y cuesta sorprender al lector, leyendo a “Doc” Smith aun podemos soñar con viajar a través de la galaxia en naves más veloces que la luz, luchar contra piratas implacables en campos de asteroides, defender la Tierra de todopoderosos invasores alienígenas o ver naves de combate en llamas alrededor de la estela de Orión mientras los rayos B brillan a las puertas de Tanhauser.


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