Juegos de palabras /03


Ya en la habitación, las jóvenes tuvieron que enfrentarse a un nuevo e inesperado problema: que ponerse para la cena.
- Oye ¿tú has traído algo más de ropa? - preguntó Andrea, mientras repasaba por enésima vez el contenido de su mochila.
- Sí, claro. Otro vaquero y otra camiseta, para la vuelta.
- ¿En serio? ¿Es que no tienes nada más que vaqueros y camisetas?
- ¡Como se nota que no has visto mi nómina! Me sobra mes al final de cada sueldo. Además, para un viaje de tres días no era cosa de traerse todo el armario - replicó Marina, desplegando sobre su cama una colorida camiseta de Desigual. Andrea, por su parte, tras mucho pensárselo, terminó decantándose por un sencillo conjunto de shorts vaqueros, camiseta y chaleco bordado de H & M.
- Esto tendrá que valer. Después de todo, no creo que sea un lugar tan elegante como para tener que ir vestido de etiqueta - musitó, sin sospechar que en breve tendría que tragarse sus palabras.

En efecto, el palacio de Cerdanya era un sitio mucho más estirado de lo que Andrea había supuesto en un principio. Las dos jóvenes lo intuyeron nada más ver el edificio, que parecía un delirio neogótico diseñado por Gaudí y adornado como un árbol de navidad. Su Golf de alquiler era el coche más barato de todos los que había estacionados el aparcamiento, mientras que los pocos clientes que se cruzaron de camino daban la impresión de haberse arreglado para asistir a un recital de música clásica.
Montenegro las esperaba junto a la entrada, aunque al principio les costó reconocerlo. El escritor se había afeitado y, para la ocasión, vestía un elegante traje gris marengo de Hugo Boss a juego con una corbata a rayas y unos zapatos acordonados de Hermenegildo Zegna. La única nota discordante la ponía su cabello, igual de revuelto y despeinado que antes, el cual contribuía a darle un cierto aire de intelectual distraído que, lejos de afearle, le favorecía.  Al verlas les dedicó una fugaz sonrisa, a medio camino entre una disculpa y un saludo de bienvenida.
- Me siento un poco raro. Hacía tiempo que no me ponía el traje, así que supongo que todavía debe de oler a naftalina.
- Para nada. Estás genial - dijo Marina, y su compañera tuvo que reconocer que era cierto. Así vestido el escritor parecía un poco más joven e incluso más esbelto, y el único aroma que se podía percibir a su alrededor recordaba sospechosamente al de la colonia masculina de Calvin Klein. Para ser un tipo perdido en lo alto de una montaña, estaba claro que Montenegro no había roto del todo con la civilización, ni con todas las ventajas que esta podía ofrecer.
- Me temo que somos nosotras las que no venimos preparadas para la ocasión - empezó a decir Andrea, aunque Montenegro la cortó con un rápido gesto de la mano.
- No te preocupes. Los que dirigen estos sitios suelen mostrarse indulgentes con las chicas jóvenes y atractivas. A mí, en cambio, no me pasarían una, así que no me ha quedado más remedio que ponerme el uniforme completo, corbata incluida, aunque la verdad, no veo el momento de poder aflojarme un poco el cuello de la camisa. Bueno, si ya estamos todos, podemos ir pasando y tomando asiento - ofreció, a la vez que se apartaba para dejar que las dos jóvenes entrasen primero. Una vez dentro, una solícita camarera les acompañó hasta una mesa situada en la terraza exterior, con una impresionante vista de los jardines de estilo francés que rodeaban el edificio.
- A título personal, yo prefiero pescado para cenar. Es más ligero - confesó el escritor, de la que desplegaba su servilleta sobre el regazo -. Pero vosotras pedid lo que más os apetezca.
Tras un rápido examen de la carta Andrea se decantó por una parrillada de verduras con queso gratinado de cabra. Marina se lo pensó un poco más, pero al final acabó pidiendo el solomillo de buey con guarnición extra de patatas, arroz y verduras.
- Y si no le importa, tráigame también un poco de mayonesa - añadió, para terminar de sorprender a sus compañeros de mesa, quienes observaron su delgada silueta con idéntica expresión calculadora.
- ¿Qué pasa? Después de esto, pienso hibernar hasta la próxima primavera.
- Me parece estupendo, querida. Al fin y al cabo, un día es un día. El problema es cuando todos los días son un día - comentó el escritor, solidario, de la que cerraba la carta de vinos tras escoger un somontano para acompañar la cena. Andrea, por su parte, aprovechó la ocasión para ir sacando del bolso su tablet, la grabadora mp3 y la agenda de notas donde llevaba abocetado el guión de la entrevista.
- ¿Y por qué de entre todos los sitios posibles decidió escoger precisamente este para autoexiliarse? - dejó caer, como de pasada. Sin embargo, el escritor se resistió nuevamente a morder el anzuelo.
- ¿En serio? ¿Acabamos de llegar y ya estás pensando en el artículo? Vamos, Andrea. Echa un vistazo a tu alrededor y relájate. ¿Te has fijado en el restaurante? Lo diseñó un discípulo de Gaudí por encargo de una familia burguesa de la zona, que habían hecho su fortuna fabricando paraguas, por increíble que te parezca. En cuanto al arquitecto, fue su único trabajo fuera del área metropolitana de Barcelona y, según las malas lenguas, aquí se agotó todo su talento. Observa al resto de la clientela. ¿Qué te parecen?
- No sé. Gente normal y corriente, supongo.
- Ah, pero ¿qué significa ser normal? Ten en cuenta que, las más de las veces, las apariencias engañan. ¿Nunca has estado en algún lugar público, y has jugado a imaginarte la historia de cualquiera de las personas que pasaban por ahí?
- Me da que debía de ser una niña muy aburrida, pero no. Lo mío era más fijarme en los chicos y maquillarnos unas a otras.
- Y sin embargo, ahí también hay una historia, o podría haberla. Tal vez algún amor juvenil no correspondido. O peor aún, si correspondido, pero sacrificado en aras de un ascenso, o cualquier otra clase de ambición profesional.
- Disculpe, pero pensaba que aquí habíamos venido a hablar de usted, no de mi - protestó la joven, molesta ante el giro que estaba tomando la conversación.
- ¡Lo siento! Pero eso es lo que hacemos los escritores, Andrea: buscar ideas en cualquier parte. Grant Morrison dijo una vez que si su gata muriese, una parte de él lo lamentaría, pero que otra parte empezaría a pensar cómo aprovechar lo que sentía para escribir una historia. Fíjate en nosotros tres, por ejemplo. ¿Qué crees que estarán pensando ahora mismo, al vernos, el resto de comensales? Un tipo maduro en compañía de dos chicas jóvenes y atractivas como vosotras. ¿Serán amigos? ¿Parientes? ¿Compañeros de trabajo? ¿O la cena será solo el preludio a un intenso y excitante ménage à trois? Os aseguro que la imaginación de más de uno de los aquí presentes está trabajando a todo ritmo, buscando la explicación más inverosímil para este aparente misterio que, ya lo veis, al final no es tan misterioso.
- Bueno, puede empezar a contestar a mis preguntas y así de paso les sacamos de dudas.
- Deja que lo adivine: cuando naciste, una adivina les dijo a tus padres que si alguna vez te divertías, tendrías una muerte horrible. Eres una chica brillante, Andrea, pero tienes que aprender a desconectar. - sugirió Montenegro, a la vez que servía el vino, empezando por las copas de sus acompañantes. Pero antes de que la reportera pudiese dar con una réplica adecuada, un camarero se acercó a la mesa y se inclinó hacia el escritor, para decirle al oído:
- Disculpe, señor Montenegro. Tiene una llamada.
- ¡Vaya! Lamento tener que ser descortés, pero si me llaman aquí debe de ser por algo realmente importante. ¡Los inconvenientes de no tener móvil! Vuelvo enseguida - se excusó el escritor, antes de alejarse en pos del camarero.
- Bueno, avísame cuando quieras que me vaya - dijo por fin Marina, que mientras aguardaba la cena había atacado el cesto del pan y estaba dando buena cuenta de un bollo tostado.
- ¿A qué viene eso?
- Venga, Andrea. No hace falta ser muy observadora para darse cuenta de que a este tío le gustas, así que si queréis quedaros a solas, me pegas una patada por debajo de la mesa, pido que me pongan la cena para llevar y te espero en la habitación del hotel.

(Continuará...).

 © Alejandro Caveda (Todos los derechos reservados).
 Este relato ha sido registrado en Safe Creative de forma previa a su publicación.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
haces que uno se encuentre en el lugar de la historia es increible tus descripciones vividas y acertadas, magnifico.
Alejandro Caveda ha dicho que…
Tu que me lees con buenos ojos, Julie. ¡Espero que disfrutes de las próximas entregas! Un abrazo y muchas gracias.

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